POLITICA

"Investigación Documental" El Teatro Colón, la “isla cultural” del Proceso”

Con el golpe de 1976 se había abierto una nueva etapa, en la cual el Establishment socioeconómico volvió a ejercer el control del teatro,

Se ha sostenido que algunos espacios culturales -de los cuales el Teatro Colón constituye probablemente el caso más significativo– fueron una suerte de “islas” que, de alguna manera, lograron eludir los efectos del terror propiciado desde el Estado durante el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” (1976-1983). Los antiguos empleados, todavía en actividad, recuerdan como muestra de ello, la inexistencia de desaparecidos y de víctimas de la represión dentro del teatro. “Puede admitirse esta idea – apunta un especialista en el tema - a costa de preguntarse cuáles eran las vías, aéreas o subterráneas, que conectaban esta isla de la alta cultura con el océano del Estado terrorista argentino”. No obstante, esta “isla” como “lugar de memoria”, distaba mucho de aquello que el régimen civil-militar podía considerar su enemigo: a diferencia de otras manifestaciones culturales – como el folklore, reflejo en gran medida de la protesta social – aquello que ofrecía el Colón no era “nacional”, ni mucho menos “popular”. En un período signado internacionalmente por la Guerra Fría, en cuyo marco el régimen militar argentino reclamó la gratitud de Occidente por haber conseguido una victoria decisiva en la lucha contra la subversión, la política europea trasladaba el debate entre izquierdas y derechas, entonces más vigente que nunca, a suelo argentino.

El Colón se había transformado en la caja de resonancia de la tan mentada “campaña antiargentina” en el Exterior, denunciada por los militares como una pretendida conspiración entre la “subversión apátrida” y la prensa de izquierda internacional, particularmente la europea. Desde una perspectiva de cara a Europa, al ser el Colón el espacio “europeo” por excelencia en la Argentina, la “subversión” era “foránea” y estaba apoyada desde el exterior, como la “campaña” que el gobierno de facto afirmaba enfrentar. No obstante, la presentación de artistas extranjeros representaba la vida misma del teatro, al ser posiblemente el único motivo de su prestigio internacional: lejos de poder reprimirse, ésta era absoluta mente necesaria, y debía ser fomentada, a fin de no perjudicar más, la ya muy deteriorada imagen del régimen en el exterior.

Con el golpe de 1976 se había abierto una nueva etapa, en la cual el Establishment socioeconómico volvió a ejercer el control del teatro, y si bien éste quedó bajo la férula de las FF.AA –en este caso, la Fuerza Aérea – el mismo estaba mayormente compuesto por elementos empresariales que constituían de alguna manera, la “pata civil” del régimen. Las autoridades nombradas por el gobierno peronista3 fueron desplazadas con todos su equipo, siendo designado el comodoro (RE) Ernesto Miguel Gallacher (Buenos Aires, 1924-2009) “Administrador General” a cargo de la Dirección. Se trataba de una figura militar que encajaba a la perfección con esta “pata civil” del Proceso. Diplomado en administración de empresas, había realizado un posgrado en la Universidad de Manchester, en el Reino Unido, y, paralelamente, había desarrollado estrechos vínculos con la élite cultural que agrupaba a buena parte del empresariado y a los sectores económicamente más poderosos y que le permitió obtener una beca de la Fundación Ford (1965-66). Integrante de la Fuerza Aérea Argentina – al igual que su superior directo, el entonces intendente municipal Osvaldo Cacciatore – después de llevar a cabo cursos de trasporte en los Estados Unidos (1951) fue oficial de Estado Mayor, Jefe de Logística del Arma Aeronáutica (1947-60), director de Estudios de la Escuela de Aviación Militar y profesor de la Escuela de Guerra Aérea. Debido a su proximidad con grupos empresariales locales, de igual manera tuvo una destacada actuación en el medio civil: fue gerente de relaciones laborales de Ford Argentina, de las tiendas Harrod’s y del Hotel Sheraton. Además de condecoraciones de las FF.AA de Estados Unidos, el gobierno austríaco le concedió la Cruz de Plata, en reconocimiento a la difusión cultural durante su gestión en el Colón. A tal respecto, su designación en el Teatro (1977-1982) se debió supuestamente a su experiencia como gestor cultural, y si bien de alguna manera encarnaba a uno de los elementos “cultos” de la “clase militar”, delegó la dirección artística del teatro en un civil, Enzo Valenti Ferro. Gallacher, enemigo declarado del ingreso de la “cultura popular” al teatro – como se verá en lo sucesivo- cabe mencionar, a su favor, que no sufrió cuestionamientos por delitos de lesa humanidad, lo que refuerza la hipótesis de la “isla” que el teatro representaba.

Volver arriba